lunes, 23 de febrero de 2015

ALEMANIA VENDE 32.000 MILLONES DE EUROS EN UN AÑO

Alemania y España fueron las impulsoras del crecimiento económico de la Unión Europea en 2014. El Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro avanzó un 0,3% en el cuarto trimestre y un 0,9% en términos interanuales, por encima de las previsiones. Fueron las economías alemana y española, que crecieron un 0,7%, las que salvaron a Europa del estancamiento.
Mientras a nivel continental son los países que ahora tiran del carro, las relaciones comerciales entre la primera y la cuarta economía de Europa han flaqueado en la crisis, pero se mantienen en vías de recuperación.

Berlín vende, Europa compra

Alemania es el segundo socio comercial de España, después de Francia, y nuestro principal suministrador. España ocupa el undécimo lugar en la lista de clientes de las exportaciones alemanas. Según los últimos datos de la Oficina Federal de Estadística (Destatis), entre enero y noviembre del año pasado España adquirió productos alemanes por un valor de más de 32.000 millones de euros.
De hecho, en 2014 Alemania batió su récord de exportaciones, con un aumento global del 3,7% y unas ventas de 1,134 billones de euros que supusieron un excedente comercial sin precedentes. Los principales compradores de productos alemanes son los países de la UE, China y Estados Unidos. Alemania mejoró su competitividad en los últimos diez años con políticas explícitas de reducción de costes y contención de salarios. Unas medidas que han fortalecido sus exportaciones, pero han motivado críticas, pues la locomotora de Europa depende demasiado de cómo les va a sus clientes.
En España, en el último año las importaciones han crecido sustancialmente por encima de las exportaciones de mercancías, lo cual deterioró el déficit comercial. La cuota de los productos españoles en el total de las importaciones alemanas se sitúa en el 3%. En sentido inverso, la cuota de los productos alemanes en las importaciones españolas supera el 12%, con tendencia ascendiente.

Comercio industrial


Por sectores, los artículos alemanes que más se venden en España pertenecen mayoritariamente a la industria. Se compran sobre todo productos químicos, componentes de automóviles, bienes de equipo, automóviles y motos, y maquinaria industrial. Estos mismos sectores constituyen casi las tres cuartas partes de la exportación española a Alemania, lo que revela el carácter eminentemente intraindustrial del comercio bilateral.
Las principales partidas de la exportación española fueron también automóviles y motos y sus componentes (aproximadamente el 27% del total), seguidos por bienes de equipo y semimanufacturas. También se vendieron productos químicos, material de transporte y maquinaria para la industria.
El sector de la alimentación merece un capítulo aparte. Un 20% del total de frutas y legumbres que España vendió en el exterior en 2014 lo compró Alemania. Los productos alimentarios que nosotros compramos a los alemanes no llegaron al 8%. La exportación de frutas y hortalizas es una de las mejores bazas de España. Hay que tener en cuenta que el 91 por ciento de estos productos se consumen en la UE, donde en 2014 se compraron 10 millones de toneladas que supusieron para nuestro país unos ingresos que rozaron los 9.000 millones de euros.

Futuro de relaciones estrechas


En los últimos tiempos se ha mejorado el grado de cobertura bilateral para España, que llegó a estar por debajo del 50% en 2008 y terminó 2014 en torno al 80%. En 2014, probablemente debido a la recuperación de tasas positivas en el crecimiento de España, las importaciones españolas crecieron más porcentualmente que las exportaciones (la exportación española, hasta noviembre de 2014, había crecido el 4,6% y la importación un 13,3%).
Según las previsiones del Gobierno, la compra de productos españoles por parte de Alemania tardará algún tiempo en recuperar el nivel precrisis. Por el contrario la exportación seguirá creciendo y mejorará el grado de cobertura, aunque no será positivo debido al elevado déficit en la cuenta de rentas.
A corto plazo, los flujos de inversión pueden resentirse de la crisis internacional, las dificultades del sector financiero y la falta general de confianza, pero la Secretaría de Estado de Comercio prevé que "a largo plazo la inversión bilateral entre Alemania y España seguirá aumentando".




domingo, 22 de febrero de 2015

VIENTOS CHINOS AZOTAN LA ECONOMÍA MUNDIAL

El año pasado se suponía que la economía global iba a comenzar a regresar a la normalidad. También se suponía que las tasas de interés empezarían a aumentar en Estados Unidos y el Reino Unido; el alivio cuantitativo generaría una mayor inflación en Japón; y la confianza restablecida en los bancos permitiría una recuperación liderada por el crédito en la eurozona. Doce meses después, la normalidad parece tan distante como antes, y los vientos de frente económicos que soplan desde China son una causa importante.

Para fomentar el crecimiento económico y alcanzar la prosperidad, China intentó seguir el camino forjado por Japón, Corea del Sur y Taiwán, pero con una diferencia fundamental: el tamaño. Con poblaciones de 127 millones, 50 millones y 23 millones de habitantes respectivamente, estas economías asiáticas modelo podían confiar en que un crecimiento liderado por las exportaciones las elevara a niveles de ingresos altos. Pero el mercado mundial no es lo suficientemente grande como para sustentar ingresos elevados para los 1.300 millones de ciudadanos chinos.
Sin duda, el modelo liderado por las exportaciones efectivamente funcionó en China durante algún tiempo. El excedente comercial aumentó al 10 por ciento del PIB en 2007 y los empleos industriales absorbieron la mano de obra rural excedente. Pero la otra cara del excedente de China fue el enorme déficit, alimentado por el crédito en otras partes, particularmente en Estados Unidos. Cuando la burbuja crediticia estalló en 2008, los mercados exportadores de China resultaron afectados.
Para prevenir pérdidas de empleo y sustentar el crecimiento económico, China estimuló la demanda interna al fomentar una ola de construcción impulsada por el crédito. Conforme se dispararon las importaciones de materias primas, los excedentes de cuenta corriente cayeron por debajo del 2 por ciento del PIB.
Sin embargo, la propia economía de China se volvió más desequilibrada. La inversión aumentó del 42 por ciento del PIB en 2007 al 48 por ciento en 2010. Los proyectos inmobiliarios y de infraestructura fueron los que atrajeron la mayor parte de la financiación. De la misma manera, el crédito pasó del 130 por ciento del PIB en 2007 al 220 por ciento del PIB en 2014, mientras que un 45 por ciento del crédito se extendió a los bienes raíces o sectores relacionados.
Este auge inmobiliario se asemejó al de Japón a fines de los años 1980, el cual terminó en un fracaso que derivó en un período prolongado de crecimiento anémico y deflación del que el país todavía intenta recuperarse. Con un ingreso per cápita en China que asciende a sólo un cuarto del de Japón durante su momento de apogeo, no deberían subestimarse los riesgos que enfrenta el país.
Una respuesta rápida es que China está relativamente a salvo, porque su capital social per cápita también se mantiene muy por debajo del de Japón en los años 1980, y se necesitará mucha más inversión para sustentar a una población urbana en rápida expansión -supuestamente aumentará del 53 por ciento del total en 2013 al 60 por ciento para 2020-. Pero contar con esta inversión puede resultar excesivamente optimista. Si bien China, en efecto, necesitará más inversión, su mecanismo de asignación de capital produjo un despilfarro monumental.
Por cierto, al establecer la urbanización como un objetivo explícito -algo que Japón, Corea del Sur y Taiwán nunca hicieron-, China ha generado un sesgo económico estructural hacia la construcción. Con cientos de ciudades que compiten entre sí a través del desarrollo de infraestructura, las "ciudades fantasma" proliferarán.
Para empeorar las cosas, el modelo de financiamiento de los gobiernos locales de China no podría ser más efectivo a la hora de producir sobreinversión y un apalancamiento excesivo. Los gobiernos locales usan la tierra como garantía para tomar préstamos con el fin de financiar inversión en infraestructura, y luego financiar el pago de la deuda con los ingresos provenientes de las ventas posteriores de la tierra. Conforme se desvanece el boom inmobiliario, sus deudas se vuelven cada vez más insostenibles. Una situación que, se sabe, ya ha obligado a algunos gobiernos locales a pedir dinero prestado para realizar compras de tierras con la intención de hacer subir los precios. En la terminología del economista Hyman Minsky, las finanzas puramente especulativas han dado lugar a una actividad de tipo Ponzi completamente circular.
En consecuencia, si bien el crédito total en China sigue creciendo tres veces más rápido que el PIB nominal, hoy se está gestando una desaceleración importante. Las ventas de propiedades cayeron, especialmente fuera de las ciudades más grandes, y el crecimiento más lento de la construcción ha dejado a la industria pesada frente a un exceso de capacidad serio. Los últimos datos de encuestas indican una desaceleración importante de la actividad industrial. El mes pasado, los precios de producción habían bajado un 4,3 por ciento interanual. La caída resultante de la demanda hizo que los precios de las materias primas cayeran considerablemente, minando las perspectivas de crecimiento de otras economías emergentes importantes.
Mientras tanto, el excedente de cuenta corriente de China ha vuelto a dispararse. Aunque parece significativamente menor que los niveles previos a la crisis como porcentaje del PIB -casi 4 por ciento, con las últimas tasas mensuales, comparado con 10 por ciento en 2007-, ha regresado a su pico en términos absolutos. Y es el tamaño absoluto del excedente externo de China lo que determina el impacto en la demanda global. En resumen, China volvió al lugar desde donde comenzó: su crecimiento depende de la demanda de exportaciones, que hoy está seriamente restringida por los excesos de deuda en los países avanzados.
Como resultado, la desaceleración de China ha intensificado los vientos de frente deflacionarios que retrasan la recuperación global, y juega un papel importante -junto con la mayor oferta- a la hora de hacer bajar los precios del petróleo. Si bien los precios del petróleo más bajos favorecerán a la economía mundial, la caída refleja una escasez seria de demanda.
China hoy debe encontrar la solución a un problema que Japón, Corea del Sur y Taiwán nunca tuvieron que enfrentar: cómo impulsar la demanda interna de manera rápida y sustentable. Afortunadamente 2014 trajo cierto progreso en este frente, en la forma de un leve repunte -claro que a partir de una base muy baja- en el consumo de los hogares como porcentaje del PIB.
Para acelerar el crecimiento del consumo, los líderes de China deben implementar una red de seguridad social más sólida y más integral, reduciendo así la necesidad de ahorros preventivos altos. Mayores dividendos de las empresas de propiedad del Estado podrían ayudar a financiar una iniciativa de estas características, eliminando a la vez los incentivos por un exceso de inversión.
El cambio demográfico -con una caída de la cantidad de personas entre 15 y 30 años en los próximos diez años- también podría ayudar. Si bien una estabilización de la población podría exacerbar los peligros de la inversión inmobiliaria excesiva hoy, también ajustará los mercados laborales y estimulará los incrementos salariales.
China bien puede cumplir con el desafío que tiene por delante. Pero, cuando la fase de su desarrollo liderada por la inversión termine, seguramente se producirá una desaceleración significativa del crecimiento -e inevitablemente se intensificarán las fuerzas deflacionarias en la economía mundial-. Teniendo esto en cuenta, el 2015 bien puede resultar otro año en el que las esperanzas de un retorno a la normalidad no se concreten.




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