Desde que comenzó la crisis, el ahorro se ha convertido en una máxima para gobierno, empresas y, cómo no, economías domésticas. Afrontar los gastos sin quedarnos a cero y mantener un colchoncito que pueda sacarnos de un apuro si, por ejemplo, sube de nuevo la factura de la luz (y encender una bombilla se convierta definitivamente en el equivalente a bañarnos en oro líquido), es para muchos un completa odisea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario