martes, 17 de octubre de 2017

KLAUS BARBIE: EL SADICO NAZI QUE AYUDO A MATAR AL CHE GUEVARA

Klaus Barbie, en la Segunda Guerra Mundial
Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones Salimos a las 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos». Estas fueron las últimas palabras que Ernesto «Che» Guevara anotó en su diario tan solo una jornada antes de ser capturado por el ejército boliviano. Las escribió concretamente el 7 de octubre de 1967. Y lo hizo sabiendo, según explicaron posteriormente algunos de sus grandes camaradas como Dariel Alarcón Ramírez (alias «Benigno»), que ya poco podía hacer para llevar la revolución al país en el que se hallaba y que había perdido el apoyo de Cuba. Teniendo claro, en definitiva, que sus horas estaban contadas.
No le faltaba razón a Guevara. El 9 de octubre de 1967 (la semana pasada se celebró el 50 aniversario de este hecho), el sargento Mario Terán disparó sobre el líder revolucionario con su carabina M1. Sus cartuchos pusieron fin a la aventura guerrilla del «Che» en Bolivia. Pero también a la vida de uno de los iconos más destacados de la revolución cubana. Aquel militar fue la mano ejecutora, no cabe duda. Pero tras el dedo que apretó el gatillo había una ingente cantidad de nombres. Desde Félix Ismael Rodríguez (el agente de la CIA que orquestó su captura), hasta el propio Fidel Castro (quien decidió cortar drásticamente la ayuda que ofrecía al «Comandante» y a sus combatientes para evitar que regresase a Cuba).
La lista de culpables es extensa. Sin embargo, en ella existe un nombre y un apellido más que sorprendente: Klaus Barbie. Conocido quizá por su cruel apodo («El carnicero de Lyon»), este oficial de las temibles SS participó a nivel operativo en la captura del «Che» bajo el paraguas de los Estados Unidos. El mismo país que le ayudó a escapar de la justicia alemana una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y que, posteriormente, le contrató como espía para combatir el comunismo de Iósif Stalin. Esta curiosa colaboración saltó a los medios en 2007, año en que el director de cine británico Kevin Macdonald estrenó un documental (llamado «My enemy's enemy») en el que demostraba su veracidad. Y a él se han unido, desde entonces, decenas de expertos.

Un asesino

Nikolaus Barbie, más conocido simplemente como Klaus Barbie, vino al mundo el 25 de octubre de 1913 en Bad-Godesberg (Bonn, Alemania). O eso se cree. Pues hasta en este punto existe una controversia que el popular investigador Carlos Soria zanja drásticamente en su obra «Barbie Altmann. De la Gestapo a la CIA» al confirmar esta fecha. Su futuro, que parecía dirigido hacia la vida monástica, quedó truncado cuando conoció a Adolf Hitler. De manos del futuro «Führer», este joven accedió primero a las Juventudes Hitlerianas y, en 1935, al SD (o «Sicherheitsdienst», una rama del partido «especializada en espionaje y contrainteligencia», en palabras del autor) y a las SS. «Pronto logró convertirse también en un miembro de la Gestapo, la policía secreta del Estado», añade el experto en su obra.


En 1942, a la edad de 21 años, Barbie fue ascendido a jefe de la Gestapo en Lyon. La tarea que se le otorgaba no era sencilla, pues en la zona se hallaba una de las células más destacadas de la mitificada Resistencia. «En Lyon había un fuerte movimiento antinazi: el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), al mando del cual el general De Gaulle había puesto a Jean Moulin», explican Jorge Camarasa y Carlos Basso Prieto en su obra «América nazi». En palabras de los mismos autores, «el CNR tenía un aparato militar que utilizaba tácticas de guerrilla, instalaba explosivos, 'saboteaba' trenes y puentes, y atacaba a los soldados alemanes». El destacado miembro del partido se transformó además en un cargo con el suficiente poder como para tener a sus órdenes a multitud de hombres, pero no tanto como para evitar mancharse las manos con la sangre de sus enemigos.
Fue precisamente en Francia donde Barbie se ganó a pulso el apodo de «Carnicero de Lyon». Lo hizo tras detener a 44 niños judíos de un orfanato de Izieu; asesinar al líder de la resistencia Jean Moulin; acabar con la vida de más de 4.400 prisioneros; torturar a 14.000 galos y deportar a más de 7.000 personas a los temidos campos de concentración germanos.
Y todo ello, sumado a su gran (y cruel) inventiva a la hora de torturar a todo aquel miembro de la «Resistance» que caía en sus manos.
«Sus salas de tortura contaban con bañeras, mesas con correas, hornos de gas y aparatos para provocar descargas eléctricas. También empleaba perros especialmente adiestrados para morder a los prisioneros. Él mismo participaba en las sesiones de tortura utilizando fustas, porras, o sus propios puños», explica el historiador español Jesús Hernández (autor del blog «¡Es la Guerra!») en su libro «Desafiando a Hitler». Su barbarie y sadismo le acabaron valiendo una felicitación del mismísimo Heinrich Himmler por tener «un talento particular para descubrir pistas y para trabajar en materia de represión criminal». A su vez, el que fuera líder de las SS señaló también que «su mérito esencial es la destrucción de numerosas organizaciones enemigas».

Espía para EE.UU.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Barbie logró escapar de los aliados a pesar de que fue condenado dos veces en ausencia. La siguiente noticia oficial que se tuvo de él nos obliga a remontarnos hasta comienzos de 1947. Fue entonces cuando los Estados Unidos elaboraron un informe sobre este personaje y la posibilidad de que su trabajo policial contra los judíos fuera útil en la Guerra Fría para dar caza a los comunistas ocultos en Alemania. Todo ello, por descontado, haciendo una finta sobre la justicia gala que -ahora sedienta de venganza- buscaba al nazi con vehemencia.
De esta forma calificó entonces Robert S. Taylor (uno de los primeros espadas de los servicios secretos de contrainteligencia de los EE.UU. -CIC-) al bestial «Carnicero de Lyon»: «Es un hombre honrado, tanto a nivel intelectual como en lo personal, sin nervios ni miedos. Un anticomunista declarado y un idealista del nazismo que cree que sus ideas fueron traicionadas por los nazis que estaban en el poder». Y otro tanto ocurrió con Allan A. Ryan Jr, ayudante del Fiscal General Norteameriacno, quien destacó posteriormente lo siguiente: «Si Klaus Barbie estaba a su disposición, era eficaz, leal y fidedigno […] emplearlo correspondía a los mejores intereses norteamericanos del momento».
Posteriormente, allá por octubre, EE.UU. estableció que Barbie entrase a formar parte de los servicios secretos americanos para luchar contra el comunismo. A partir de entonces, el «Carnicero de Lyon» ejerció como espía bajo el paraguas americano para luchar contra la URSS.

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