De todos es sabido que el dinero y la inestabilidad no son buenos aliados. Basta volver la vista unos años para constatar esa realidad. España tuvo que soportar las dificultades derivadas de este desencuentro: la crisis y la incertidumbre generada respecto al devenir económico del país hizo que los inversores extranjeros dejaran de confiar en él y salieran poco menos que despavoridos hacia otras geografías. Ahora, la situación ha cambiado. La economía española ya no es percibida (o no tanto) como un factor de riesgo; y las expectativas de un repunte de la actividad y del consumo son, por el contrario, un reclamo suficiente para que los inversores estén de vuelta.
Pero eso no significa que España esté fuera de toda duda. Las vacilaciones que antaño afectaron a la economía hoy se han desplazado al terreno de la política, donde dos asuntos impiden otear un horizonte despejado. De una parte está el ascenso de nuevas fuerzas de izquierda, como Podemos, y de otra, el auge del independentismo en Cataluña, que vive días clave ante la inminencia del 9 de noviembre (fecha prevista por la Generalitat para un referéndum que no se celebrará) y que plantea un choque de posiciones con exiguas vías de solución en apariencia.
Ambos hechos han impactado en la industria del capital riesgo y M&A (fusiones y adquisiciones), aunque con diferente intensidad. Mientras la aparición de Podemos ha sorprendido pero no ha inquietado en exceso, la amenaza de ruptura de Cataluña con España «preocupa». Y así quedó evidenciado en un encuentro del sector, organizado por TTR (Transactional Track Record), con la colaboración de Deloitte, Intralinks, IE Business School y AIG.
«Es el mayor riesgo que tiene España», aseguró Javier Torremocha, socio del fondo Kibo Ventures, que añadió un dato para dar entidad al daño que entraña la posibilidad de secesión: «Cataluña representa el 20% del PIB español». «Después del trabajo que se ha realizado estos años con la deuda, seguimos teniendo unas necesidades de financiación brutales, en cuanto algo haga que bajen los inversores dispuestos a rellenar esas necesidades estamos en default», subrayó Torremocha.
Coincidió en lo básico Alberto Bermejo, socio de la firma deprivate equity Magnum Capital Industrial Partners: «La inestabilidad en Cataluña no ayuda a que el inversor internacional esté tranquilo apostando a largo plazo en el país. Cuando se adquieren compromisos con un fondo de capital riesgo para los próximos cinco o seis años, la estabilidad política es un elemento fundamental».
Para la industria del capital riesgo y M&A, no cabe duda de que un triunfo del pulso soberanista en Cataluña sería una razón que contribuiría a una nueva retirada de los inversores foráneos, aunque por ahora sólo «preocupa la situación, y mucho», dijo Iñigo Gaytan de Ayala, responsable global de Corporate Finance de Santander. «En las primeras conversaciones con los inversores extranjeros siempre sale este tema, luego cuando profundizan, acaba convertido en algo secundario. La mayoría consideran que no va a pasar nada, que Cataluña continuará como parte de España».
Pero una cosa es que el enfrentamiento no llegue a sus últimas consecuencias y otra que no tenga ya cierta repercusión. Así lo refrendó Gaytan de Ayala: «Aunque todavía no hemos visto ninguna decisión en contra de una inversión por la incertidumbre en Cataluña, otra duda es el precio. Todo inversor que apuesta por un país busca pretextos para intentar ajustar los precios, y ahora hay una incógnita que puede ser muy relevante y algunos de estos inversores extranjeros nos están diciendo que si estaban dispuestos a pagar un precio equis, ahora lo están a un precio equis menos un porcentaje. Lo han planteado».
El responsable global de Corporate Finance de Santander aseguró, no obstante, que a la postre, «en la mesa de negociación», no acaban haciendo valer estos reparos, que quedan relegados: «Al final lo que quieren es cerrar la operación».
Los inversores internacionales no son los únicos que tienen en cuenta el conflicto catalán a la hora de abordar su actividad diaria. Los fondos y gestoras españolas también están tomando precauciones. Javier Torremocha explicó que Kibo Ventures tiene repartidas sus inversiones entre EEUU, Madrid y Barcelona. Un tercio en cada sitio. Y únicamente en los acuerdos que alcanza en la capital catalana el fondo de venture capital se reserva «la capacidad de instar un cambio de domicilio de la sociedad».
Según Torremocha, sobran los motivos: «Bastantes riesgos asumimos ya como para tener que asumir la contingencia de un cambio de moneda o vaya usted a saber qué... Sobre todo porque invertimos en negocios globales y que las empresas estén radicadas en Barcelona es sólo una cuestión coyuntural».
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